El movimiento cardánico es el encargado de llevar la potencia del motor al salir de la caja de cambios. Está compuesto por una pieza fundamental: el cardan, o cardán. La Nómade, por ser más larga de lo que originalmente fue el vehículo, tiene doble cardan. Y estas dos piezas marcaron mi vida para siempre.
Cuando salimos de luna de miel con La Nómade, tuvimos muchos contratiempos, pero el más traumático fue el de la primera vuelta: a 170kms de casa se nos rompió la caja de cambios y tuvimos que volver a Quilmes para hacer base y ver cómo seguía la cosa. La caja es una pieza grande, costosa en valor y esfuerzo para arreglar, más un 23 de diciembre. Ese día volvimos de Gral Belgrano, donde nos quedamos una noche de lluvia, grasa y nuevos amigos. Nunca anoté sus nombres, sé que trabajaban haciendo bases para puentes y que eran de Tigre, Entre Ríos y Corrientes, creo. Ellos nos rescataron de la calle donde rompimos la caja. Se bajaron de una F100 llena de herramientas y durante 2hs trataron de arreglar la chata. Nosotros, las tanas Mara y Valeria (hna de Mara), Erik, novio holandés de Vale, Eywa y yo, estábamos ahí alumbrando, pasando herramientas, preguntando todo y tratando de ver qué tan grave era la cosa. Bah, en realidad todos menos Eywa, que estaba bastante piola alternando siestas y exploraciones del pueblo. La chata no tenía arreglo inmediato, había que llenar la caja de aceite, darle unos golpes, hacer girar el motor y empujarla para que el golpe destrabe los cambios. Toda esa epopeya durá otras 2hs, ya en la casa de los pibes mecánicos planta puentes. En el medio hubo viajes a las casas de los mecánicos del lugar, mates con bizcochos, zambullidas en el barro y risas, porque en serio, la imagen de los 5 varados, con el agua encima, sin entender mucho pero con actitud de “esto tiene que arreglarse, no podemos terminar así antes de empezar”, era como un sketch de TV.
Cuando sacamos a rodar la máquina, todos mojados y engrasados... ¡Lo logramos! Arrancó, entró primera y en segunda hizo un clack zarpado, que dejó un veredicto: la caja está rota, funcionan solo la 1ra, la 4ta y la 5ta, hay que volver así o como sea, a Buenos Aires. Nos bañamos, cenamos de puta madre italianamente, vimos de reojo películas viejas en una tele raída, tomamos birra y gin tonic, y después de charlar sobre los pasos a seguir nos fuimos a dormir. En nuestro cuarto (si, ¡La Nómade tiene alto cuarto!) escuchábamos los sapos y los insectos, el cero ruido a ciudad, algunos perros ladrando, y entre risas y humos con Mara nos abrazábamos y sentíamos que estaba todo bien. Porque las complicaciones, hace ya un tiempo, las sabemos parte del viaje.
Nos levantamos temprano, desayunamos, y después de la 2da negativa del Automóvil Club Argentino (asisten en ruta y te dan apoyo en todo punto del país, pero no, no acarrean vehículos de altura superior a los 2,1mts, como nuestra camioneta de 2,5mts). Pegamos la vuelta. Era bastante llevadero a decir verdad, o sea, salvo el pasaje de 1ra a 4ta y los ruidos (no solo de la caja, de toda la chata) después en ruta se volvía bien y por suerte no había nada de tránsito navideño aún. En 4 o 5hs llegamos a Quilmes, directo a la casa de mi vieja, mi casa. Ahí nos reunimos con Carlos, marido de mi madre, de quien voy a hablar varias y amplias veces, que a esta altura ya era el mecánico oficial de la chata: con él la habíamos traído desde Balcarce y con él le habíamos hecho todas las cosas que tenía a la vista la máquina antes de zarpar.
El diagnóstico era drástico: o desarmábamos hasta la última pieza de la caja o salíamos a buscar una nueva de una… Hicimos ambas cosas, y después de pasar toda la tarde desarmando y limpiando pieza por pieza con nafta, entendimos que sólo una caja nueva podía solucionar nuestras ganas de salir al día siguiente. Estaba jodidísima la cosa, pero tipo 20hs del 23 de diciembre de 2016 tipeamos en Mercado Libre “Caja de 5ta rastrojero” y no me pregunten cómo, a la hora estábamos rumbo a Ramos Mejía con $5000 en mano, corriendo por autopista para llegar a lo de Roque Vardaro que tenía una pieza entera, apenas distinta a la nuestra, guardada al lado de un Ford T o impresionantemente parecido, como el de las películas.
Volvimos a Quilmes y relajamos: el 24 nos tenía sacando, limpiando, adaptando, limpiando, armando, y armando, y armando… Brindamos abajo de la chata, con cerveza y espumante en baldes y herramientas por todos lados. Me acuerdo que pasadas las 12 sonaban cohetes fuerte, vino Pepe mi amigo mío con birra y saludos. Pasaba el tiempo y seguíamos poniendo, probando, limpiando… Vale y Erik se quedaron dormidos en un canvas al lado de la chata, y con Nacho dijimos basta a eso de las 5am, Mara y Vero seguían limpiando piezas… Me acuerdo que apoyé la cabeza de día, con la inmensa duda “¿va a arrancar o no?”, pero una parte decía “ya ganaste”, una banca así en el día D de como vivimos, con la famiglia unita y todos tirando para el mismo lado, era ya una feliz Navidad.
Tipo 12 volvimos al trabajo, a las 18 arrancó y salió andando, pero también teníamos el techo sellado contra la lluvia por Mara y Vale, el sistema de agua funcionando para el baño y la cocina (magia de Juanma), y toda la ropa limpia y con olor a suavizante por arte de mi vieja, que bien pilla puso a lavar apenas llegamos de la ruta.
El 25 dormimos en Quilmes, con la chata armada y descansados. Mamá y Carlos se habían ido a la costa a la noche, y nosotros tipo 7am salimos de casa, primero a la estación de servicio y después a la ruta 53. Íbamos saliendo de Florencia Varela rumbo a la 6 con un poco de llovizna, la chata bárbara y de vuelta con esa sensación de “estamos viajando” cuando creí ver una rata al costado de la ruta, asomando la cabeza buscando luz o quién sabe a quién, pero bien cerca del asfalto, como para de reojo darme cuenta que era un cachorro. Frené a los 30mts y bajé a buscarla. La abracé sabiendo que la estábamos salvando, que la estaba salvando, que todo en el mundo hacía sentido porque así son las vueltas de la vida, que en ese momento la perrita era parte del grupo.
Estaba llena de pulgas y garrapatas, con granos de pus en una pancita re hinchada por parásitos. Se quedó con nosotros durante todo el viaje. Y un tiempo más también. Quizás toque contar la historia entra un día de estos.
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